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lunes, 24 de septiembre de 2007

Poemas

He empezado a escribir un nuevo cuaderno de atrás hacia adelante, como lo hacía antess. Más que costumbre, es una cuidadosa protesta que arrastro desde chiquita. Escribí un poema de amor que alguien catalogó de corte erótico. Sentí cierto rubor amargo erizarme la poca vellosidad que reposa a lo largo de mi espalda.

La verdad es que él y yo nunca tuvimos relaciones en los 4 años que duró nuestra relación, y sí que nos amábamos como probablemente no volveré a amar a nadie, a pesar de los esfuerzos y los intentos. No es que la memoria me falle o que la forma de amar cambie en base a la experiencia. Recuerdo que innumerables noches, entre tertulias y buffets a la luz de la luna y de la calle que se colaban por las ventanas a despecho de las cortinas, entre palabras articuladas y ahogadas, filosofábamos sobre la vida, la moral y el amor. Todo empezó la primera vez que él fue más allá. Él siempre tenía las palabras sobre cada tema, un profundo sentido crítico que a veces extendía demasiado sus horizontes. Yo siempe tenía la boca curvada para demostrarle admiración y ese movimiento de arriba a abajo que tanto buscaba y con el que le transmitía mi asentimiento. Hablabamos mucho y siempre. De todo.

El mismo rubor amargo llegó más allá de lo previsto, hasta mis muslos y algo subió a través de mi pecho como el primer humo de un fuego recién encendido. En realidad, me sentí algo incomprendida y por unos cuantos segundos extrañé esa conexión que había entre lo que escribíamos y lo que sentíamos. No necesitabamos de un background para comprender de qué hablábamos porque ya lo sabíamos. Era como sentarnos a una mesa ya servida y disfrutar de la comida. Con Alvaro todo parecía indicar que esperaba a que le pusiera la mesa, le prepare la comida y le corte mis ideas en trozos chiquititos, como su entendimiento! Álvaro parecía haberse acalorado un poco luego de mis (ahora me arrepiento) palabras.

Pensar que él marcó mi vida con su dulzura como se fragua una espada... Y sin embargo, las palabras de Álvaro están muy lejos de demostrar credulidad. En el fondo, ya me encuentro más que exasperada. No debí haberle comentado algo tan íntimo como... no haberla tenido... Espero ofendida a que se vaya para porder volver a leer lo que había escrito. Era como si haber escuchado la palabra »erótico«, a pesar de recordarlo letra a letra, hubiera de pronto borrado todo sentido de él y por más que me lo repetía y recordaba, no lograba entender ese poema tan ajeno. Me repetía a mi misma las palabras una tras otra y ya no significaba nada.

Me exasperaba tener que ser yo quien se moderase y quien sintiese pudor. Era dificil decirle lo bien que se sentía y no encontrarme al par de segundos al borde del deseo y de mi virginidad. Muchas veces pasó por mi cabeza la idea, y la sola idea era tan deliciosa... Si el limitado contacto físico que teníamos era tan exquisito, no quería ni imaginarme cómo se sentiría el abrir los ojos al lado suyo después de habernos reido de todos los miedos y tabúes, ¡quería sentirlo! Recuerdo que una noche después de tantas caricias sentí algo de vergüenza de mí misma. Después de eso, rompí en llanto. Recuerdo que hablamos de nuestro amor, de la moral, de la vida, como dos borrachos que no tenían más dinero para seguir bebiendo y buscaban en la filosofía una catarsis. Llegamos a la conclusion que la vida estaba compuesta por 3 círculos entrelazados y que a su vez, contenían otros 3 circulos dentro de si. Así, la vida encerraba la salud, el dinero y la felicidad; la moral encerraba la verdad, la justicia y __________, y el amor encerraba los sentimientos, la pasión y el sexo. De los nueve, sólo tres se podían intersecar a la vez y determinaban cuán felices eramos o podíamos ser, en la medida que se supiera cómo alternarlos según las situaciones y no quedándose estáticos. Nunca habíamos considerado lo erótico dentro de nuestra teoría (aunque, ahora que lo pienso, es el estado en el que más nos encontrabamos). Tampoco sabía cómo definirlo...¿como sexo sin sexo?

Siempre escribíamos sobre las cosas que habíamos vivido. Intentar escribir sobre algo desconocido hubiera sido lo más cercano a esos saltos al vacío que se dan en las películas y que se deshacían en las pantallas tan pronto el actor abría los ojos. ¿Cómo escribir sobre algo que no se ha vivido o, en último recurso, sobre algo de lo que no sabemos nada? La primera vez que él me escribió lo mucho que quería hacerlo conmigo, y lo hizo como un cuento, sentí un horror indescriptible, un rechazo como si esa persona con la que se había acostado en la historía no fuera yo. Me costó como medio año deshacer la idea de mi cabeza de que me estaba siendo infiel; de otra manera no me imaginaba cómo es que podía decirme tantas cosas de las cuales él no había vivido una! Poco a poco fuimos quitándole la etiqueta de tabú y disfrutabamos propiciar esas pseudo-argumentaciones y disfrutar desde luego el uno del otro. Aprendimos en secreto a admirar a Milan Kundera y a sus tan despiadados sueños.
Pero, yo había escrito un poema de amor para nadie. Él ya no estaba en mi vida. No había vuelto a tener otra pareja desde entonces, pero estaba bien. Habían días en los que era algo pesado despertarse y querer correr a contarle a alguien lo bien que amaneciste ese día. Eran los días en los que las amigas o los hermanos no ayudaban cuando más lo extrañaba. No sé si lo extrañaba a él o si extrañaba la compañía tan cercana de alguien. Así que escribí un poema de amor para nadie, para quien yo me imaginé de pronto amar y para quien creí que existía en ese momento en que nada ni nadie (o su ausencia) podría retener el deseo de querer. Sé que escribí un poema de amor porque sé que he amado. También disfruté de lo erótico, pero yo sé qué escribi! Con la virginidad en una mano y el hígado en la otra me puse a leer estrofa por estrofa, verso por verso, palabra por palabra, letra por letra, recuerdo por recuerdo. Nada tenía sentido.


Nada tiene todavía sentido. Es tan raro no estar con él.

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